Escena de Ace Chemicals – Escuadrón Suicida (2016) CLIP de la película HD

Murió después de sólo tres días. El gran tiburón blanco de once pies y medio fue capturado en la costa de Japón y llevado al Acuario Churaumi de Okinawa el 5 de enero de 2016. Durante su cautiverio, se negó a comer y golpeó su cuerpo contra las paredes. Al tercer día, se hundió en el fondo del tanque y el personal no pudo reanimarlo. Me pregunto cómo debió de ser para ese tiburón, acostumbrado al silencio y a la amplitud del océano, estar encerrado detrás de un cristal, acosado por el incesante parloteo de los humanos y sus caras embobadas y sus dedos señaladores, los chasquidos y los flashes de sus cámaras. ¿Qué otra forma de escapar tenía?

En diciembre de 2016, pasé cuatro días bajo vigilancia por suicidio en el Metropolitan Hospital de Nueva York. Si hubiera sabido que llamar a la Línea Nacional de Prevención del Suicidio significaba el ingreso involuntario en la sala de psiquiatría más cercana, nunca habría llamado. Cortar es un paseo por la cuerda floja. Un resbalón y se acabó. Es peligroso, lo sé, pero cuando me corto en mi propia piel, soy Dios, y joder, tener esa clase de poder sienta bien. Hay una diferencia entre el deseo de cortarme y el deseo de matarme. El problema es que a veces se superponen, chocando el uno con el otro como si fueran olas.

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¿Puede alguien explicarme cómo podemos hervir algunos granos, como la avena, en leche con un poco de azúcar y mezclar con alguna fruta seca y se llama desayuno pero cuando lo haces con otros, como el arroz, se considera postre? Estas son las preguntas que asaltan mi cerebro cuando me despierto por la mañana y me doy cuenta de que lo único que quiero desayunar es arroz con leche, pero luego me obligo a comer alimentos “normales” para el desayuno, como avena o un huevo con tostadas. O eso es lo que le digo.

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Sin embargo, como mi antojo de arroz con leche ha pasado de ser una cosa deliciosa y aleatoria que tomé de postre la semana pasada -cuando nuestro apartamento era tan frío que sólo me calentaban las coles rellenas, los pirogis y los postres reconfortantes de Veselka- al tipo de sobrecarga que exige que lo tome para desayunar (pero no lo hice. Como ya os dije) y de postre todo el día, todos los días, parece que ha llegado el momento de refrescar mi receta favorita. Las proporciones básicas son fáciles de recordar, pero a mí me gusta mejorarlas en algunos aspectos tradicionales -media vaina de vainilla, un chorrito de extracto de almendra al final- y en otros que no lo son tanto, como cocinarlo con una hoja de laurel, un truco que aprendí de éste y sé que suena raro, pero no lo descartes hasta que lo hayas probado, ¿vale? Le da un toque especial, algo de lo que te puedes encaprichar rápidamente. Ah, y me gusta hacerlo con arroz arborio porque las mismas cosas que lo hacen soñar en el risotto -el almidón, la cremosidad- llevan al arroz con leche a un nivel completamente nuevo.

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En algún momento, después de algunas semanas, me encontré por casualidad con mi abuelo y me dijo Mi nieto, tu arroz con leche te sigue esperando. Sonreí y hablamos un rato. En algún momento mi abuelo vino a Alemania y hasta entonces no lo había visitado.

Cogimos la llave y entramos. La visita debía servir para hacerse una idea del trabajo que supondría sacarlo todo. Después de haber mirado todas las habitaciones, le tocó el turno a la cocina. Se abrió la puerta de la nevera y allí estaba mi medio arroz con leche que había dejado en su momento con mi abuelo sobre la mesa… Tu arroz con leche te está esperando… No puedo sacarme este momento de la cabeza.

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Cuando mi abuelo acaba de decir que mi arroz con leche me está esperando, eso era en realidad un paso muy grande para sus estándares, pero yo no podía entenderlo en ese momento. Este acontecimiento también me enseñó a reconocer esos pequeños detalles.

Cuando mi madre decía entonces que debía visitar a mi abuelo más a menudo y que nunca se sabe cuánto tiempo le queda de vida, hablaba por experiencia. Pero yo no sabía (entendía) que la neumonía podía matar a mi abuelo en una semana.

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azúcar al gusto En una cacerola mediana, coloque el arroz y la leche, y póngalo a fuego medio-alto. Lleve la mezcla a un punto de ebullición, y luego bájela a fuego medio-bajo, y deje que se cocine durante unos 30 minutos, o hasta que el arroz esté muy tierno. Asegúrese de remover el pudín cada pocos minutos, para evitar que el arroz se agarre o que la leche se queme.

1 taza de azúcar moreno En una cacerola mediana, combine el agua y el azúcar moreno y llévelo a fuego lento. Mientras tanto, pelar las peras. Puedes intentar descorazonarlas con un sacabolas, pero para peras tan pequeñas, yo simplemente dejé los corazones dentro – ¡la elección es tuya! Poner las peras en el líquido y dejarlas cocer a fuego lento durante unos 10 minutos. En este punto, las peras maduras deberían estar listas y pueden ser retiradas y apartadas, puedes probarlas con un pequeño cuchillo de pelar, debería deslizarse en la pera sin mucha resistencia. Las peras que no estén maduras pueden tardar entre 20 y 30 minutos en cocinarse. Sigue cocinando a fuego lento y probando a medida que avanzas. Una vez que las peras estén listas, el líquido restante debe llevarse a ebullición y luego reducirse a un jarabe fino, mejor para enfriar y verter sobre las peras y el arroz. Este sirope también es excelente para acompañar a las tortitas.

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Por Aroa Flores

Hola a todos, soy Aroa Flores y en mi blog personal te ofrezco diversas noticias de actualidad.